La latencia, el lag y el ping son algunos conceptos que hemos escuchado con frecuencia, ¿Qué son y por qué conocerlos es útil?
En algún momento pensamos que nuestra conexión a internet es de calidad porque podemos cargar y descargar cosas a muy alta velocidad, a pesar de que éste no es un indicativo que determine exclusivamente la calidad de una conexión, ya que se trata de una combinación de factores, entre los que se incluye uno en particular, la latencia.
Una latencia alta es la responsable de algunos problemas comunes en la conexión a internet, como que al estar jugando en línea, los movimientos de los personajes no sean tan ágiles y tiendan a detenerse en ocasiones, o en las llamadas por internet, que la voz o la imagen —si es una videollamada— no se envíen con suficiente rapidez y tengamos la sensación de que hay un retraso enorme.
La latencia consiste en un retardo existente al enviar una señal o dato desde un punto a otro, que puede ser de cliente a cliente —como en una llamada telefónica—, o de un cliente a un servidor —como al jugar en línea—.
Normalmente se mide en milisegundos, y por obvias razones, entre más bajo sea este valor, nuestra red actuará más rápido, porque el tiempo de respuesta al intercambiar datos será extremadamente pequeño.
Aunque comúnmente escuchamos de ella en redes alámbricas e inalámbricas, la realidad es que está presente en prácticamente toda comunicación existente entre dispositivos.
Un ejemplo de esta, es al conectar un televisor a nuestro ordenador y ver que la flechita tarda en reaccionar —como si tuviera lag— al moverla por la pantalla.
Justamente se trata de una latencia que puede ser ocasionada por la forma en la que el televisor procesa cuadro a cuadro la imagen antes de mostrarla, lo que añade un tiempo extra entre lo que hacemos y vemos. En otras palabras, mientras exista una comunicación entre dos partes, habrá algo de lag al enviar o recibir información.
«Lag» se traduce literalmente como retardo, y se ha adoptado como una forma de decir que nuestra latencia es alta cuando realizamos alguna actividad en tiempo real, como jugar en línea o al hacer una videollamada.
Claro está, este término es relativamente incorrecto, ya que es demasiado ambiguo y no termina por explicar del todo el concepto.
Sin embargo, su adopción popular para explicar un problema en nuestra conexión a internet mientras jugamos, hace que sea reconocible por una gran cantidad de usuarios.
No hay una respuesta universal a esta pregunta, ya que se trata de un conjunto de factores que se combinan para acentuar su aparición, como son:
En un mundo cada vez más conectado y con tantas alternativas para acceder a internet, es normal que la calidad de los servicios busque mejorar constantemente para poder reducir al extremo las fallas sobre una red y brindar un mejor servicio.
La fibra óptica, por ejemplo, ayuda a mejorar considerablemente la latencia, además de llevar altas velocidades para los clientes y un ancho de banda superior en cada centralita, lo que evita que los problemas de la sobreventa afecten considerablemente la calidad del enlace.
El problema está en que muchas de las conexiones a internet actuales no cuentan con las características necesarias para soportar a una gran cantidad de usuarios, justamente por los medios a través de los cuales se transporta la conexión.
Y no solo eso, aquí entran factores como la tecnología usada, la distancia que debe recorrer la información, los saltos que debe realizar para llegar a su destino, o incluso las condiciones del cableado que cada operador usa para llegar al cliente.
Esto se ha vuelto un problema constante en estos tiempos de cuarentena, ya que al estar casi todos en casa, consumimos todos el internet que estamos pagando. Y la sobreventa del servicio por parte de los ISP no es que sea de gran ayuda.
Hay que considerar el hecho de que muchos trabajamos de forma remota, de manera que nuestra conexión a internet se encuentra en uso durante mucho tiempo y a todas horas.
Por otro lado, el «auge» de las videollamadas durante la pandemia a través de servicios como Zoom —del cuál ya hemos hablado aquí— , ha provocado que muchos operadores y servicios colapsen al trabajar con una gran cantidad de datos de manera simultánea en sus redes.
Este problema se agrava si tenemos en cuenta que su uso va desde comunicarnos con familiares, hasta tomar clases en línea, o como herramienta de trabajo, casi siempre para reuniones.
A todo esto debemos sumar el uso excesivo de servicios de streaming mientras estamos en el hogar, ya que mientras trabajamos, es probable que estemos escuchando música en Spotify, con videos de fondo en YouTube, o hasta viendo alguna serie en Netflix o Prime Video.
Parte de este impacto se pudo ver cuando supimos que servicios como Netflix y YouTube disminuyeron la calidad del contenido ofrecido a los usuarios, todo por la congestión de las redes.
Gracias a este comportamiento pandémico, el tiempo que tendríamos «asignado» normalmente para nuestras solicitudes será mayor, por la gran cantidad de peticiones simultáneas —y de muchos clientes a la vez— a responder por el proveedor, aumentando así la latencia.
También puede darse el caso de que no se trate realmente de la conexión a internet el problema, sino en la forma en la que el router se encarga de administrar esas entradas y salidas de información, que pueden ir desde un QoS mal configurado o que favorece determinados contenidos en lugar de los que queremos.
Un ejemplo de ello, son los routers que priorizan la comunicación por voz para evitar latencias altas en este tipo de comunicación, o de aquellos «routers gamer» que le dan más prioridad a los juegos que al tráfico de Netflix o YouTube, por mencionar dos servicios afectados.
La conexión local o interna también es otro de los factores que provoca mayores latencias, ya que no es lo mismo comunicarnos por cable (donde la latencia es extremadamente baja), a hacerlo por Wi-Fi con un montón de repetidores y poca señal.
Esto es porque cada medio presenta distintas características al transmitir datos, y el problema se vuelve más grave cuando esos medios se encuentran en mal estado o presentan obstrucciones de algún tipo.
El ejemplo más claro de una obstrucción son las paredes de nuestro hogar, ya que impiden que el Wi-Fi pueda llegar con suficiente calidad a todos los puntos de la casa, lo que reduce las velocidades y —nuevamente— aumenta la latencia.
Por último, la saturación al tener una gran cantidad de dispositivos conectados también es otro de los factores a tener en cuenta.
Este es un dato que vemos con frecuencia al realizar una prueba de velocidad de nuestra conexión a internet, ya que normalmente es el que se ejecuta primero, antes de mostrarnos la capacidad de transferencia real de nuestra conexión hacia un servidor.
El ping es esencialmente una herramienta que permite medir la latencia entre dos puntos de una red, como puede ser un teléfono móvil y el router, o entre dos computadoras.
También es muy útil para saber si un equipo en la red está funcionando o no, ya que si no responde el ping, es muy probable que esté fallando o se encuentre desconectado.
Por otra parte, si enviamos un ping de forma repetida durante un tiempo específico, podemos ver si hubo alguna desconexión entre los dispositivos a los que la enviamos, de manera que actúa como una herramienta de diagnóstico completa para identificar desconexiones en un tiempo determinado.
Esto es útil para detectar irregularidades en nuestra conexión a internet, ya que un ping completo consta de un “paquete” enviado y uno recibido.
Si no se recibe el paquete después de enviarlo, éste se consideraría perdido, indicando problemas en la conexión desde nosotros hacia el exterior, o con un problema más general del ISP.
En pocas palabras, actúa como un “¿Estás ahí?” entre dispositivos, y si uno de ellos contesta “Si, aquí estoy”, quiere decir que ambos están conectados y comunicándose, además de cuantificar el tiempo que tardó en llegar la solicitud.
Por el contrario, si uno de los dispositivos envía el “¿Estás ahí?” y el otro no lo responde, quiere decir que el mensaje se perdió en el camino y el ping no podrá completarse, de manera que no existe una comunicación entre ellos.