Si la cobertura del Wi-Fi no es suficiente y buscamos alternativas para mejorarla, las redes Mesh son algo a tener en cuenta. ¿Qué son y cómo funcionan?
Uno de los problemas más comunes que podemos encontrar en nuestra red Wi-Fi, es que la señal no cubre todos los puntos del hogar de manera ideal. Y si tenemos repetidores, no siempre brindan buenas velocidades o batallamos al mover archivos dentro de casa, porque no son lo suficientemente rápidos o estables.
A pesar de que las redes inalámbricas han evolucionado muchísimo desde la primera versión de Wi-Fi introducida en 1999, gran parte de los dispositivos a través de los cuales accedemos a la red, no poseen la capacidad suficiente para soportar todo lo que hacemos en casa, ni tantos dispositivos conectados a la vez.
No importa si nuestro router cuenta con un estándar inalámbrico moderno (como Wi-Fi 5 o Wi-Fi 6), la gran cantidad de gadgets que poseemos es la culpable de saturar nuestra conexión Wi-Fi. Sin contar aquella saturación introducida por las redes vecinas, y otras interferencias cercanas que contaminan el espectro.
Por otro lado, las velocidades de nuestras conexiones a internet también aumentaron, gracias a la implementación de fibra óptica hasta el hogar (FTTH) o las redes 4G, entre otros protocolos y tecnologías.
Afortunadamente, entre esas evoluciones generacionales del Wi-Fi, nos encontramos con una que ha sonado mucho en los últimos tiempos, el uso de redes Wi-Fi Mesh o en malla dentro del hogar.
Esta tecnología llega desde los puntos de acceso utilizados en redes Wi-Fi empresariales o para eventos masivos, en los que se necesita conectar una gran cantidad de clientes evitando una saturación excesiva. Todo con el fin de ofrecer una conexión a internet decente a gran escala y cubrir —de paso—, un área bastante extensa.
En pocas palabras, las redes mesh evitan que la saturación por muchos dispositivos conectados se haga presente a niveles altos, que podamos extender nuestra red inalámbrica por toda la casa, y que la capacidad de la misma no se vea comprometida.
Cada sistema está compuesto por un router especial y una serie de puntos de acceso interconectados entre sí, que forman una “malla” con nuestra conexión inalámbrica, de ahí su nombre.
Esta «malla» se auto-administra de acuerdo a las necesidades de la red, la cantidad de dispositivos y, en caso de fallos, «reparando» activamente la forma en la que los datos viajan a través del aire, para que la información viaje por la mejor ruta posible.
Es normal que al tener una cobertura Wi-Fi deficiente, inmediatamente pensamos en un router Wi-Fi con mayor potencia —como los autodenominados rompemuros— para terminar con la poca cobertura.
Si no queremos cambiarlo o no tenemos opción, recurrimos al uso de repetidores, que terminan siendo una pesadilla si encadenamos muchos, ya que la velocidad disminuye drásticamente y la latencia aumenta al tener que atender a más dispositivos a la vez, especialmente cuando toda la información viaja por la misma ruta.
Un router de alta potencia no llevará la misma velocidad del Wi-Fi estando a 2 metros que estando a 20, aunque la señal pueda cubrir un área bastante ámplia. Sin contar que es raro encontrar alguno que sea doble banda, o con un estándar Wi-Fi moderno.
Por otra parte, los móviles, televisores y otros dispositivos inteligentes no cuentan con antenas muy potentes, o se ven obstruidas por un mal diseño o instalación, sin contar que en muchos casos, se da preferencia a la eficiencia energética y no al alcance. Esto complica una buena comunicación entre el AP y el equipo, lo que nos trae menores velocidades y una experiencia más deficiente e inestable.
El otro problema es la división del ancho de banda asignado para cada dispositivo conectado. Entiéndase como el “espacio” que tiene asignado cada dispositivo dentro de la red, ya que al sumar más clientes cada vez, éstos reciben una porción menor de ese espacio, lo que a la larga complicaría las cosas.
Todo se agrava al sumar más y más equipos, precisamente porque el ancho de banda asignado seguirá disminuyendo conforme vayamos conectando nuestras cosas, estresando poco a poco la red. Esta saturación se acentúa cuando tenemos bombillas inteligentes, interruptores, sensores, cámaras y otros dispositivos IoT dentro del hogar, que no usan un bridge.
Cuando adquirimos un router nuevo o un extensor, es posible que veamos una leyenda como Wi-Fi N300, N600, AC1300 o AC1750 en la caja, esto es el ancho de banda agregado.
Se trata de suma del ancho de banda físico total que se puede entregar en una o más bandas —2.4GHz y 5GHz son lo común— y la cifra se divide entre todo lo que conectemos.
Podemos considerar a esta cifra como la cantidad máxima de datos que es posible manejar en una red inalámbrica, entre todos los dispositivos conectados por esta vía.
Es necesario realizar un pequeño paréntesis, ya que esa velocidad no se obtiene en entornos prácticos, y el rendimiento real oscila entre 35% y 45% de lo mencionado, para no entrar en tantos detalles. Eso sí, siempre y cuando la señal no sea deficiente, y cada dispositivo conectado cumpla con un determinado estándar inalámbrico para llegar a ese número.
De esta forma, si nuestro punto de acceso o router está preparado para ofrecer 300Mbps en la banda de 2.4GHz, y tiene 2 dispositivos conectados a la misma, teóricamente podría asignar hasta 150Mbps a cada uno, y la capacidad máxima real de transferencia rondaría los 72Mbps.
Hay que considerar que todos los clientes deben recibir bien la señal. De lo contrario, no solo será menos lo asignado para ese gadget en particular, sino que al encontrarse a una distancia mayor, la red se vuelve más lenta por estar esperando que lleguen esos datos físicamente a sus destinos.
Si tenemos varios repetidores conectados entre sí, el ancho de banda de la red original será el que reciba el primero desde el router. Con dos, será el ancho de banda que nos asigne el primer repetidor, y si metemos un tercero, la capacidad disminuirá aún más para el tercer repetidor, sin contar aún la latencia en la fórmula.
Esto último, aunque puede sonar ilógico, es un problema más típico de lo que puede aparentar.
Una de las virtudes de tener un sistema Wi-Fi Mesh, es que la “fuerza de la red” estará determinada por la cantidad de puntos de acceso —también llamados satélites o nodos mesh—, que se encuentren en la misma. Esto se da gracias a que, entre más nodos mesh tengamos, más se repartirán la carga entre ellos, y entiéndase carga por dispositivos conectados.
Sumado a esto, la distancia estará cubierta por la capacidad de todos los AP, y no de un solo aparato, como un router muy potente. De esta forma, al existir una «unión» entre cada punto de acceso y router, los datos viajan entre todos los nodos para agilizar la comunicación en general.
Con este tipo de sistemas, se garantiza que la velocidad promedio será mayor a la que normalmente se asignaría con un solo «transmisor». No solo por la capacidad en conjunto de todos los nodos, sino por la forma en que pueden integrar otras tecnologías a la par para potenciar el rendimiento entre los distintos puntos de la red.
De esta manera, logramos un mejor aprovechamiento del tiempo aire, permitiendo que la red de nuestra casa sea más amigable con las redes vecinas porque no tendremos una potencia descontrolada, sino una distribución correcta de la misma.
La distribución de cargas hace que cada nodo se encuentre monitoreando el espectro constantemente para poder decidir cuándo recomendar a un cliente o dispositivo que cambie a otro AP cercano, para que reciba una señal con mayor calidad.
Es decir, el monitoreo frecuente hace que los clientes que estén más lejos o fuera de la cobertura «de calidad» de un nodo, lo transfiera al más cercano si hay uno disponible, para darle espacio a los que se encuentren más cerca.
Además de garantizar que la señal llegue a la mayor cantidad de puntos en nuestro hogar y que cada dispositivo tenga más espacio en la red, también se encarga de autorregularse para mantener una conexión constante, estable y funcional.
Otra de sus ventajas es que no hay necesidad de que el usuario tenga que intervenir todo el tiempo, ni siquiera en cambiar sus dispositivos entre nodos, como sucede normalmente con los repetidores, ya que todo el proceso es automático e invisible.
Además, cada fabricante integra diversas tecnologías que de una u otra forma ayudan para que la conexión entre cada nodo y clientes sea lo más equilibrada posible.
Podemos encontrar equipos que hacen uso de otros protocolos de comunicación (como Powerline o PLC) para extender más el ancho de banda entre los nodos, y así mejorar más la calidad del enlace.
También existen satélites con un bridge para domótica integrado, de forma que es posible reducir aún más la saturación si tenemos dispositivos compatibles con éste.
Afortunadamente, el diseño general de los nodos está pensado para «camuflarse» en el hogar, permitiendo que podamos colocarlo donde sea, sin que se convierta en una distracción o «desentone».
En algunos casos, la forma va de la mano con la función. Por lo tanto, no solo tendremos aparatos discretos y bien diseñados, sino que el rendimiento será el correcto para cualquier situación.
Como en todas las cosas, es posible encontrar un par de inconvenientes, aunque todo depende de nuestras necesidades reales para dar un veredicto.
A pesar de esto, no todo es miel sobre hojuelas, ya que uno de los mayores problemas es la falta de un estándar completamente abierto en las redes mesh.
Esto es porque cada solución o sistema sigue siendo parcialmente propietario, y al tener dos puntos de acceso de distintas marcas listos para una red en malla, solo podremos hacer que nos proporcionen Wi-Fi (como cualquier punto de acceso común).
Debido a esto, no podremos acceder a todas las ventajas que permiten estos sistemas, como un “intercambio suave” al movernos entre satélites, el balanceo de clientes entre nodos, la administración desde una sola app o la auto-reparación de la red en caso de fallos.
El detalle está en que gran parte de las ventajas van más por el software utilizado, que por el hardware de cada nodo, a pesar de que hay especificaciones universales dentro del estándar Wi-Fi en las que la marca no debería ser relevante.
Otra de las cosas que podrían ser un inconveniente, es que la facilidad de la instalación a través de la app no siempre permite realizar configuraciones más avanzadas, como sucede con la mayoría de routers Wi-Fi.
A pesar de eso, lo intuitivo y cómodo de manejar la red desde nuestro smartphone es perfecto para asegurar que cualquier persona pueda instalarlo y utilizarlo, con apenas un par de toques.
Es necesario mencionar que su principal problema sigue siendo el costo inicial, ya que se pueden encontrar por hasta el doble de precio de un router inalámbrico equivalente.
A pesar de las ventajas de un sistema completamente unificado, hay algunos fabricantes —como ASUS y TP-Link—, que están implementando una especie de mesh con sus routers y repetidores más recientes. De manera que no es necesario gastar en un sistema como tal para poder disfrutar estos beneficios.
Por otro lado, para tener un efecto inmediato y mejorar nuestra red, es casi necesario comprar un paquete de dos o más unidades para aprovechar todas las ventajas.
Al renovarlos, debemos tener en cuenta que es posible integrar nuevos nodos o puntos de acceso que tengan tecnologías inalámbricas mejores junto a los viejos, permitiendo que la red siga siendo estable, moderna y funcional.
Es importante considerar que no vamos a cambiar con frecuencia de sistema Wi-Fi o puntos de acceso, ya que la capacidad seguirá siendo mayor dependiendo de la cantidad de nodos que tengamos, lo que mantendría nuestra inversión vigente por mucho más tiempo. Incluso si no cambiamos de estándar Wi-Fi.
Estos sistemas están preparados para ofrecer un gran rendimiento, pero no en todos los casos se justifica adquirirlos, ya que depende de muchos factores para poder dar el sí final.
Entre ellos, el uso que realmente le damos a la red es lo que va a determinar la decisión, ya que si no requerimos demasiada capacidad en este momento, tal vez no se justifique tanto la compra.
Por último, la posibilidad de cablear todo lo que podamos, utilizar dispositivos IoT que trabajen con un bridge, y ordenar nuestra red para sacarle todo el provecho con lo que tenemos, son otros caminos a seguir por el momento.