Cuando ninguna de las alternativas para conectarnos a internet es viable en nuestra zona, el internet satelital es una de las pocas opciones para hacerlo, ¿Qué es y cómo funciona?
Cuando buscamos tener conexión a internet en lugares remotos, es posible que nos topemos con que ningún operador tradicional posee cobertura en nuestra ubicación. Ya sea porque no existe la infraestructura necesaria, o por la dificultad de acceso al terreno, y aquí es el escenario donde el internet satelital sobrepasa otras alternativas. Pero antes, partamos por el principio:
El internet satelital, tal y como su nombre lo indica, es aquella conexión a internet que se obtiene de una red —o constelación— de satélites alrededor del mundo, siempre y cuando tengamos cobertura de estos.
A diferencia de la mayoría de los operadores inalámbricos en el mercado, este tipo de conexión está reservado para zonas en las que se agotaron todas y cada una de las posibilidades de contratar internet con alguna empresa. Ya sea porque el terreno resulta complejo para el despliegue de otras tecnologías, o porque se trata de lugares extremadamente apartados de ciudades y pueblos.
Como es de esperar, la infraestructura es bastante más compleja que la de cualquier otra alternativa en el mercado. Para ello, se hace uso de una red de satélites de comunicaciones que se encuentran girando alrededor de la tierra, y funcionan como intermediarios entre los equipos cliente y las estaciones base terrestres.
Del lado del cliente, casi siempre es necesaria una antena compuesta por un plato metálico y receptor —o LNB— especial, así como un módem encargado de convertir las señales provenientes de la antena, en datos legibles para nuestros dispositivos.
En otras palabras, el plato ‘captará’ la señal del satélite, rebotándola hacia el LNB especial, para ser transportada a través de cable coaxial hasta el módem, y de ahí, a nuestros dispositivos. Esta antena será proporcionada e instalada por el proveedor de servicios, aunque también existen excepciones claras como lo que hace Starlink en la actualidad, entregando los equipos directamente a los clientes, para que sean ellos los encargados de la instalación.
Por su parte, las estaciones terrestres son las encargadas de proveer la conexión a todos los clientes, enviando y recibiendo datos desde y hacia los satélites, para que los suscriptores puedan acceder a internet. Se trata de antenas gigantes que se encuentran en las instalaciones del operador, funcionando como un intermediario entre los satélites y la conexión terrestre a internet.
Por lo regular, los satélites operan en 3 órbitas distintas alrededor de la tierra, según sus aplicaciones:
Como su nombre lo indica, este tipo de órbita se encuentra prácticamente sincronizada con la rotación de la tierra, de manera que todos los objetos en ella están siempre en el mismo punto respecto al planeta. Esta característica permite que, si apuntamos una antena a una dirección fija y logramos un enlace con un satélite, dicho enlace se mantendrá de manera permanente, sin necesidad de reorientar el plato cada cierto tiempo.
Dentro del territorio chileno continental, HughesNet es el único operador de satélites geoestacionarios que cuenta con cobertura en la zona, a través del satélite Hughes 63 West, localizado a los 63° Oeste. Además de Chile, proporciona servicios a Brasil, Colombia, Ecuador y Perú, con un reemplazo más moderno programado para la primera mitad de 2023.
Esta ‘zona’ es la favorita de los proveedores de servicios de televisión e internet, ya que el costo de implementación tiende a ser el más bajo de todos, se requieren apenas unos cuantos satélites para cubrir todo el globo, y cada uno tiene una vida útil de hasta 15 años.
Sin embargo, el hecho de estar a más o menos 36,700 kilómetros de la tierra, hace que los datos enviados y recibidos tengan latencias que promedian los 650ms en uso normal, o velocidades de subida y descarga muy reducidas.
Esta sección se encuentra a una distancia muchísimo menor que una órbita geoestacionaria, ya que los satélites se localizan desde los 2 a 20 mil kilómetros de distancia. Gracias a esto, las latencias se ven reducidas hasta unos más usables 150ms.
No obstante, para tener una cobertura global, se requiere hasta el doble de satélites que los usados en una órbita geoestacionaria, y la vida útil de estos se ve reducida hasta los 12 años. Por otro lado, más satélites requieren si o sí más estaciones base e infraestructura terrestre, por lo que el costo de implementación tiende a ser más alto que con los sistemas GEO.
Además de proveedores de internet, esta zona también alberga a los sistemas de posicionamiento global como GPS, GLONASS y Galileo, e incluso proveía de los extintos servicios de radio satelital Sirius y XM, antes de su fusión.
De momento, O3b —operada por SES—, es la única constelación de satélites comerciales en esta zona, aunque sus clientes principales son empresas y gobiernos, lo que complica su adopción fuera de estos segmentos. Eso sí, como dato curioso, algunos operadores móviles hacen uso de esta red para poder entregar sus servicios en aquellos territorios donde es complicado instalar infraestructura terrestre tradicional, sin sacrificar tanto la calidad del servicio.
Los proveedores de servicio que operan en esta zona generalmente requieren un despliegue mucho más masivo de satélites, ya que, al estar mucho más cerca de la tierra, la cobertura individual es muchísimo más reducida que aquellos en MEO y GEO, ya que se encuentran a menos de 2000 kilómetros de distancia.
Gracias a la gran cantidad de satélites y su altitud tan baja, es posible obtener latencias extremadamente reducidas, así como velocidades de transferencia mayores. No obstante, se requieren equipos mucho más costosos y complejos, además de una infraestructura terrestre mucho más distribuida. Los proyectos que se encuentran en esta zona tienden a ser los más caros de implementar, ya que se requieren miles de satélites para poder proporcionar servicios en todo el globo.
Dentro de esta zona, nos encontramos con las constelaciones de Starlink, OneWeb y Project Kuiper de Amazon, aunque solo la primera posee un avance considerable dentro de su cobertura. También se encuentran otras constelaciones como las de Iridium y Globalstar, que proporcionan servicios de telefonía y datos, así como la función Emergency SOS de los iPhone 14.
Debido a la naturaleza de la tecnología usada, es muy complicado asegurar que la velocidad o la latencia siempre serán iguales, ya que depende mucho de las condiciones meteorológicas de nuestra zona, así como de la carga de la red en sí, especialmente con los proveedores que operan con satélites geoestacionarios.
El otro problema son las cuotas de navegación. Si bien muchos contratos cuentan con internet ilimitado, se hace uso de bolsas de datos que permiten navegar a la máxima velocidad permitida, para luego reducir esa velocidad hasta el siguiente ciclo de facturación. En casos más extremos, el servicio se corta hasta el siguiente mes, o se cobra un extra por GB consumido después de la cuota.
Por otro lado, el internet satelital no es el mejor en aplicaciones que requieran una baja latencia para funcionar —como videollamadas o juegos en línea—, ya que, en el mejor de los casos, dichas latencias son hasta 10 o 20 veces más altas que con una conexión terrestre a internet.
El internet satelital tiene un montón de ventajas según la situación. Si hablamos de cobertura, es complicado competir con una constelación de satélites, ya que mientras tengamos vista al cielo, lo más probable es que haya servicio en nuestra zona, sin importar donde estemos.
También resulta uno de los servicios más robustos, especialmente en eventos de emergencia como terremotos, tornados, inundaciones o apagones, justamente por no depender de tanta infraestructura terrestre local como con otros proveedores de servicio. Eso sí, mientras tengamos energía eléctrica y no obstruyamos la antena.
Si bien la cobertura no resulta un problema para los proveedores satelitales de internet, este tipo de servicios siempre tiene 4 inconvenientes que impiden su masificación: Costo, velocidad, latencia y umbrales de navegación.
Aunque la velocidad ha aumentado enormemente desde la introducción de los satélites de alto rendimiento y la optimización del uso espectral, el internet satelital tradicional sigue teniendo una clara desventaja respecto a las conexiones terrestres. Esto es especialmente notorio si lo comparamos con la fibra óptica o hasta el HFC, donde llevamos años midiendo las velocidades ya no en decenas, sino cientos de megabits por segundo, y con latencias que usualmente están por debajo de los 100ms.
Si a todo esto le sumamos el costo inicial de implementación —que es mayor al de una instalación terrestre o diferido mediante plazos forzosos—, junto a los umbrales de navegación, velocidades y latencias antes mencionados, está claro por qué el internet satelital no es una opción que reemplaza a las existentes, sino una alternativa de nicho para los lugares donde no hay más opciones disponibles.