En la actualidad el mercado móvil está protagonizado por dos sistemas operativos principalmente: iOS y Android. Cada cual tiene sus ventajas y desventajas en diversos apartados. En esta columna de opinión quiero hacer una breve reflexión al de las actualizaciones móviles.
Eso sí, la idea es centrarnos en los uptdates correspondientes al sistema operativo en sí, no a novedades que traigan aplicaciones o cualquier otro tipo de herramientas de terceros.
Android, sus proyectos y promesas
Toda mi vida he sido usuario de Android en cuanto a smartphones se refiere. Con ello, entre otras cuestiones, experimenté muchas ocasiones en las que veía el anuncio de una nueva versión del OS de la gran G o una actualización importante de una variante en particular, y debía estar en la incertidumbre de si la recibiría o no.
Una vez sabido si ese paquete me llegaría a mi teléfono, pasaba a la otra inquietud: cuándo.
Por todos es conocida la fragmentación tan propia y característica de Android. Muchas marcas que emplean este software, infinidad de dispositivos que lo ejecutan y una limitada cantidad de ellos sacan pecho de poder estar al día con las actualizaciones correspondientes.
De ahí que Google tratara de hacer evoluciones de alguna que otra forma. Entre esos intentos están los gadgets del programa Android One y el ciertamente olvidado Project Trebble Treble.
Sobre este último ya ni menciones se hacen. Quiero decir, en su momento la empresa de Sundar Pichai lo anunció con «bombos y platillos», aunque el despegue de actualizaciones aún está lejos de lo prometido. Su implementación no está a pleno, ni mucho menos. Vaya uno a saber si el día de mañana desde la compañía del buscador deciden encarar este proyecto como se deba, pero por ahora parece ser una simple anécdota.
No obstante, en el caso de Android One tanto los fabricantes como los usuarios finales sí lo miran con otros ojos. Estamos hablando de terminales con Android prácticamente puro y con una política de actualizaciones (re)garantizadas.
Los terminales que lleven ese sello se hacen con los parches de seguridad al instante, y con las nuevas versiones del OS móvil con una velocidad ciertamente mayor que el resto.
¿Velocidad vs estabilidad?
Pero no todo lo que brilla es oro. Es decir, aquí es cuando nos metemos en la otra cara de la moneda.
A veces, el ser de los primeros trae sus consecuencias. Algunos updates presentan sus problemas, por más que previamente se hayan lanzado versiones de los distintos programas betas. Los errores son una posibilidad siempre presente y latente.
En otras palabras, la tecnología no es perfecta porque quien la hace — el hombre — ya de por sí no lo es. Si la persona es susceptible a equivocarse, lo mismo sucederá con todas sus creaciones.
Generalmente, mientras más tiempo de pruebas hay es cuando menos tasa de probabilidad de inconvenientes se presentarán en las variantes finales. No obstante, ello implica una demora en la recepción de la nueva versión.
Es así cuando esto nos lleva a plantearnos una cuestión central: ¿qué preferimos, velocidad en recepción o (una quizás mayor) estabilidad a pesar de la espera?
¿Y qué pasa con iOS?
En el caso del sistema operativo de Apple nos encontramos con diferencias. De por sí, algo que no se puede negar es que el soporte se extiende a más generaciones de equipos compatibles.
En este aspecto tenemos que señalar y remarcar la presencia de menos cantidad de variantes de dispositivos móviles con respecto a Android. Quizás esa sea una de las premisas claves para poder brindar un soporte tan amplio y rápido a la vez.
O sea, ni bien se anuncia una nueva variante de este software, los terminales se hacen con el mismo de forma inmediata. La fragmentación es un punto que los de Cupertino la tienen muy bien controlada.
Incluso, hasta hay casos en donde esos updates son un lavado de cara fresco para ciertos iPhone y/o iPad (los iPod Touch ya prácticamente ni se mencionan). Recuperan estabilidad, además de incorporar mejoras y novedades.
Pero… no todo lo que brilla (tampoco) es oro en iOS
Al igual que como dijimos con Android, el mismo «pero» se puede aplicar a iOS: no todo lo que brilla es oro. Estas actualizaciones también presentan sus errores e inconvenientes.
De igual forma, tampoco podemos negar en que hay casos en donde se manifiesta que sus dispositivos o se vuelven más lentos, o la autonomía disminuye. Y esto no es algo que solamente lo sepamos por el habla de los usuarios, si no que hasta la propia Apple lo admitió y liberó una función al respecto.
Y ojo, que aquí estamos hablando de esos casos dentro de todo «normales». ¿A qué me refiero? Que se han dado otras ocasiones más extremas, como el llegar a explotar una vez se actualizan.
Nuevamente, por más que haya beta testers y la empresa se dedique a realizar muchas pruebas, los errores son una probabilidad existencial y no excepcional.
Entonces, considerando todo el planteamiento anterior referido a Android pero aplicando esas consideraciones conceptuales a iOS, más la noción de que este último tampoco es perfecto, vuelvo a hacer la pregunta pero enfocada al ecosistema de la firma de Tim Cook: ¿qué preferimos, velocidad o estabilidad en las actualizaciones?
¿Cuál es tu lado favorito de la moneda?