hablar
Imagen de mdjaff en Freepik

Entre el consuelo y la controversia: El dilema de ‘hablar’ con los muertos mediante IA

¿Quién no ha deseado, en algún momento de pérdida, tener una última conversación, un último chiste compartido o incluso una última discusión con esa persona que se fue demasiado pronto? La ciencia ficción de ayer es el emprendimiento de hoy. Con la inteligencia artificial, ahora prometen revivir a nuestros seres queridos digitalmente. Sí, como lo lees, digitalmente. Pero ¿es esto un avance admirable o estamos bailando en una línea muy fina entre lo innovador y lo perturbador? Quizás es un paso hacia un futuro donde el pasado no nos suelta, una perspectiva tanto fascinante como inquietante.

Empecemos por lo básico: empresas como HereAfter AI y otros titanes tecnológicos están creando chatbots que replican a los fallecidos. No solo replican voces; van más allá, creando avatares que puedes ver, escuchar, y con los que puedes interactuar. Imagínate recibir consejos de tu abuela que no está, todo gracias a unos algoritmos sofisticados y quizás, demasiado audaces. Estos avatares pueden dictar recetas familiares o contar historias de juventud, preservando un eco de quienes fueron.

Pero aquí es donde me detengo y pregunto, ¿realmente necesitamos esto? James Vlahos, el cerebro detrás de HereAfter, inició este proyecto tras el diagnóstico terminal de su padre. Conmovedor, sí, pero también un terreno psicológico y ético minado. Grabó horas de conversaciones con su padre, que ahora alimentan a una IA capaz de imitarlo. Suena a novela de Philip K. Dick, pero es real. ¿Estamos listos para las consecuencias de tales inventos?

Los defensores de esta tecnología argumentan que puede ser una herramienta terapéutica, una manera de cerrar ciclos, de mantener a los seres queridos presentes. Sin embargo, los críticos, y me incluyo, vemos un potencial pantanoso. ¿No estamos quizás evadiendo el duelo necesario? Es fundamental considerar el impacto a largo plazo de atrasar el adiós definitivo.

Además, no todo es tan idílico como parece. Imagina por un segundo las posibles manipulaciones: un chatbot que recomienda comprar algo porque tu abuela así lo sugiere. O peor, ¿qué tal una recomendación publicitaria en la voz de tu madre fallecida? Los abusos no son solo posibles; son probables sin regulaciones estrictas y claras. La ética debe ir de la mano con la innovación, para evitar que el recuerdo de los seres queridos se convierta en una herramienta de marketing.

Y aquí, amigos, es donde el debate se enciende. ¿Quién tiene derecho a activar a un ser querido? ¿Es ético que una empresa tenga acceso a los detalles más íntimos de una vida que ya no puede consentir su uso? ¿Y qué sucede con esos datos? Ah, porque el negocio aquí es claro: los datos son oro, y el oro no se regala. La privacidad y el consentimiento son temas cruciales que no podemos ignorar en nuestra carrera hacia el futuro.

Por otro lado, las historias de usuarios que ya han interactuado con estos avatares nos cuentan de consuelos y, a veces, de confusiones. Hay quienes dicen que hablar con estos avatares les ha dado paz. Otros narran episodios de dolor renovado al enfrentarse a una imitación que, por muy avanzada que sea, nunca podrá capturar la esencia completa de una persona. Es una faceta doble que no puede ser pasada por alto.

Cerrando esta charla, que parece sacada de un episodio de Black Mirror, me pregunto y les pregunto: ¿vale la pena perseguir esta forma de inmortalidad digital? Sí, la tecnología nos permite hacerlo, pero ¿deberíamos? Cada uno tendrá su respuesta, pero una cosa es clara: necesitamos pausar y pensar muy bien las implicaciones de revivir digitalmente a nuestros muertos. Porque al final del día, ¿no es el recuerdo, imperfecto, pero profundamente humano, lo que realmente nos conecta con quienes amamos y hemos perdido?

Y tú, ¿hablarías con un avatar de alguien que amaste y perdiste?